Robert Graves

El ÉXTASIS de Robert GRAVES

Robert Graves.

Jorge Luis Borges sugiere que Robert Graves es responsable de los mitos griegos tal y como los conocemos —o creemos conocer— en la actualidad. Desliza que el prolífico escritor nacido en Wimbledon, en el sureste de Inglaterra, ha creado la mitografía atribuida a la cultura helénica, pero más poética e imaginativa que la que los propios griegos concibieron. En ese sentido, todo o casi todo podría ser —según la hipótesis borgeana— una gran “macana” del inglés; un desatino o, lisa y llanamente, una enorme y genial falacia literaria.

En 1960, cuando apenas ha salido la versión revisada y definitiva en inglés de Los mitos griegos, el argentino califica a su colega británico como un autor “bastante macaneador”. El 20 de abril de aquel año le dice a Bioy, quien reproduce la conversación en su famoso diario: “Graves es bastante macaneador: lanza hipótesis, basadas en hipótesis, basadas en hechos hipotéticos, que nadie puede refutar ni probar.Dice que tales versos fueron escritos para grabar en un vaso, que tenía tales personajes: nadie vio ese vaso”.

“Opina también que la Ilíada es una obra satírica —no cita a Butler— y que el personaje de quien más se mofa Homero es Aquiles. Qué raro que ninguno de los autores antiguos —tanto más próximos que nosotros, en el tiempo, a Homero— descubriera ese carácter satírico…”

Pese a todo, hoy tenemos a Graves como el más grande mitógrafo del siglo XX, un extraordinario ensayista y un maravilloso poeta de influencia clásica, aclamado por el propio Borges. En sus versos reflexiona sobre la guerra, la mitología, el amor, la naturaleza y la búsqueda de lo eterno, combinando sensibilidad lírica y filosófica, a menudo marcada por su fuerte interés en la figura de la musa como inspiración poética. Y, también, claro está, el gran novelista de obras como Yo, Claudio, que sigue interesando por su verosimilitud y su delicada prosa, todavía inmensamente popular entre lectores de todo el mundo.

Robert Graves: una biografía sumaria

Nacido el 24 de julio de 1895 en el distrito de Wimbledon, al sur de Londres, de su padre, Alfred Perceval Graves —célebre poeta del renacimiento gaélico—, heredó la afición por la literatura y, en particular, por los estudios celtas y la mitología irlandesa. Durante sus primeros años escribió poesía y practicó boxeo, y con 19 años se alistó en el Real Regimiento de Fusileros de Gales, alcanzando el grado de capitán en el marco de la Primera Guerra Mundial.

En 1916 publicó su primer poemario, Over the Brazier, ganando temprana reputación como poeta de guerra por sus poemas realistas sobre la experiencia en el frente de batalla. De hecho, en la batalla del Somme, que tuvo lugar a orillas del río francés homónimo, fue gravemente herido y hasta se llegó a informar oficialmente que había muerto. Pero se recuperó gradualmente y pasó un breve período en Francia como convaleciente, regresando a Inglaterra para pasar allí el resto de la guerra que terminó formalmente el 11 de noviembre de 1918.

Con el fin de la guerra se casó con la artista Nancy Nicholson y la pareja sentó residencia en una casa de campo en la aldea de Boars Hill, al suroeste de Oxford, a cuya universidad ingresó al año siguiente. En 1925 obtuvo una Licenciatura en Letras y aceptó un puesto como profesor de literatura inglesa en la Universidad de El Cairo, acompañado por su esposa, sus hijos y la poeta Laura Riding, con quien mantenía una relación romántica.

Casa de Robert Graves en Deyá (Mallorca)
Casa de Robert Graves en Deyá (Mallorca).

Regresó a Londres y se separó tormentosamente de Nancy, para irse a vivir con Riding al pueblo de Deyá, en Mallorca, siendo uno de los primeros intelectuales en afincarse en el lugar y donde permaneció hasta su muerte —con alguna mudanza forzada. Allí fundó la editorial Seizin Press, editó la revista literaria Epilogue y junto a Laura escribió y publicó dos exitosos libros académicos: A Survey of Modernist Poetry (1927) y A Pamphlet Against Anthologies (1928).

La carrera literaria de Robert Graves se inició con la publicación de Lawrence and the Arabs, exitosa biografía de T.E. Lawrence, a la que siguió en 1929 la autobiografía Good-Bye to All That.

Pero la fama, el prestigio y el dinero le llegaron en 1934, tras dar a imprenta su mayor éxito comercial: Yo, Claudio, relato complejo y convincente de la vida del emperador Tiberio Claudio César Augusto Germánico, que gobernó Roma entre los años 41 y 54. Una novela, junto a su secuela Claudio el Dios (1935), que durante décadas mantuvo su inmensa popularidad gracias también a la serie de televisión homónima, estrenada en 1976 por la BBC.

Historia, por otro lado, que en 1937 tuvo un intento fallido de adaptación cinematográfica, producida por Alexander Korda, dirigida por Josef von Sternberg y con Charles Laughton en el papel principal y Merle Oberon y Flora Robson como coprotagonistas.

Al estallar la Guerra Civil Española, abandonó Mallorca para sentar residencia en los Estados Unidos y luego en Inglaterra. Mientras tanto, se separó de Laura Riding e inició una relación con Beryl Hodge. En 1946 volvió a establecerse junto a su familia en Deyá, y dos años después publicó The White Goddess: a Historical Grammar of Poetic Myth, donde plantea una de las ideas clave que mantuvo hasta su muerte: la innata superioridad femenina.

La diosa blanca: una gramática histórica del mito poético, es un estudio sobre la naturaleza de la creación poética en Europa, nutrido especialmente de la mitología y la poesía de Gales e Irlanda.

Recién en 1955 apareció The Greek Myths (o Los mitos griegos), que relata una gran cantidad de mitos helénicos seguidos de extensos comentarios del autor, desarrollados bajo la misma premisa poética que La diosa blanca. Es, junto a este último y Yo, Claudio, el libro más difundido y respetado de Graves, aunque sus interpretaciones poco convencionales fueron desde el principio rechazadas por los eruditos clásicos.

Borges y Robert Graves

Sin embargo, para Borges no es este el volumen más relevante del escritor inglés. De hecho —como se indicó previamente—, le achaca una serie de “macanas” de difícil comprobación. El argentino asegura que La diosa blanda es el “libro capital” de Graves, si bien los eruditos —como hicieron con Los mitos griegos— volvieron a atacarlo al considerar que es más una obra poética y profana que académica.

Para Borges, no obstante, esos cuestionamientos no tienen importancia porque, en definitiva, estamos ante “un mito espléndido, acaso exhumado por Graves, acaso forjado por Graves”.

En 1980 Borges realiza el primer viaje a Mallorca —sin contar los efectuados en la década del 20— para visitar la casa en Deyá, donde encuentra que “Graves estaba sentado como un rey, o un jefe”. Así se lo hace saber a Bioy a su regreso, según cuenta en su famoso diario en la entrada del 16 de mayo de aquel año: “Junto a una gran chimenea, Graves estaba sentado como un rey, o un jefe. Tenía un bebé en los brazos. Se acercaron a saludarlo. Levantó una mano en ademán ceremonioso y cuando la vio quedó absorto en ella. Al ver a María la atrajo hacia él; le besó, primero, la mano, después la cara. No habló; tal vez no oía o no entendía lo que hablaban. Todos parecían felices. Cuando Borges y María se iban, la mujer [Beryl] insistió en que volvieran y se quedaran unos días con ellos. «This is Heaven», afirmó. A Graves el gobierno de la isla lo respeta mucho. Iban a construir un hotel en el pueblo; Graves dijo: «No», y no lo construyeron; iba a pasar por ahí una autopista; Graves dijo: «No», y la desviaron”.

Robert Graves.

Volverá al año siguiente para hallarlo algo más deteriorado en cuanto a sus capacidades cognitivas. Dirá sobre esa segunda y última visita en Atlas, libro de 1984 con fotografías de María Kodama y textos alusivos de Borges: “Mientras dicto estas líneas, acaso mientras lees estas líneas, Robert Graves, ya fuera del tiempo y de los guarismos del tiempo, está muriéndose en Mallorca. Muriéndose y no agonizando, porque agonía es lucha. Nada más lejos de una lucha y más cerca de un éxtasis que aquel anciano inmóvil, sentado, a quien acompañaban su mujer, sus hijos, sus nietos, el más pequeño en sus rodillas, y varios peregrinos de diversas partes del Mundo. El alto cuerpo seguía cumpliendo con sus deberes, aunque ni veía, ni oía, ni articulaba una palabra; el alma estaba sola”.

Dos años después, el 7 de diciembre de 1985, Robert Graves fallecía a la edad de 90 años en Deyá, tras una década de pérdida progresiva de la memoria. Rodeado de su familia, en silencio…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *