Así se gestó INVASIÓN, la mítica película de Borges y Bioy

Publicaciones especializadas realizaron en 2022 una nueva encuesta para elaborar el ránking actualizado de las 100 mejores películas argentinas. 546 miembros de la industria cinematográfica opinaron sobre 812 cintas nacionales de todas las épocas, para sindicar a La ciénaga, de la realizadora Lucrecia Martel, como la mejor entre todas.

En segunda ubicación quedó “el bodrio del año” de su estreno, 1969, según recordaba Adolfo Bioy Casares. Hablamos de Invasión, con dirección de Hugo Santiago y argumento de Jorge Luis Borges y al propio Bioy.

Mientras tanto, en el sitio especializado FilmAffinity figura en la ubicación 113 del ranking de mejores películas de ciencia ficción de todo el mundo y de todas las épocas.

El origen de una película mítica

Borges junto a Hugo Santiago.

Luego de ser presentada en festivales internacionales como Cannes, Mannheim, Locarno y Barcelona, el 16 de octubre de 1969 se estrenaba Invasión en el cine Hindú de Buenos Aires. Con argumento original de Borges y Bioy, el guion definitivo fue realizado solo por Borges y el director de la cinta.

“Invasión es la leyenda de una ciudad, imaginaria o real, sitiada por fuertes enemigos y defendida por unos pocos hombres, que acaso no son héroes. Lucharán hasta el fin, sin sospechar que su batalla es infinita”, decía la sinopsis promocional escrita por el propio Borges.

Dos años antes, el hijo del recordado productor de la televisión argentina Pedro Muchnik, le había pedido a Borges el guion.

En el currículum del realizador aparecía haber asistido durante siete años a Robert Bresson en Francia y un par de cortometrajes: Los contrabandistas (de 1967), con Federico Luppi, y Los taitas (de 1968), con Lito Cruz, versión libre de una historia de Borges.

Sobre la génesis de Invasión, contó el propio Santiago: “Fui a verlo a Borges con una idea de ciudad sitiada que se llamaría Aquilea y que sería víctima de una invasión. Esa ciudad tendría sus pocos hombres para defenderla, tendría su luz —negros y blancos y los grises más densos del mundo”.

De hecho, se presentó ante el entonces director de la Biblioteca Nacional como uno de sus exalumnos en la cátedra de literatura inglesa de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Borges en el set de filmación de Invasión.

Nada hay confirmado al respecto, pero además de la influencia de Bresson, la sombra de El Eternauta, historia de ocupación creada por Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López y publicada en Hora Cero Semanal entre 1957 y 1959, parece alcanzar también la idea de Santiago, con la que logró convencer a Borges.

El autor de Ficciones llamó entonces a su gran amigo Bioy Casares para encarar juntos la trama de la película que, de entrada, sabían que sería de ciencia ficción, género que por aquellos años comenzaba a reverdecer tras la decadencia de los 40 y 50 y que acabaría por consagrarse a nivel global con 2001: una odisea espacial, de Stanley Kubrick.

La inspiración de Borges y Bioy

Aunque ambas se estrenaron con pocos meses de diferencia, la producción argentina era —obviamente— más modesta, y en la cabeza del dúo que ya tenía en su haber varias colaboraciones, dio vueltas la vieja Troya y la leyenda de Aquiles como base para su historia, tal como les había planteado el director al formularles el desafío.

También pudo sobrevolar aquella idea inicial la trama del cuento “Casa tomada”, de Julio Cortázar, publicado por primera vez en 1946, después de que Borges lo leyera y ordenara su inclusión en el número 11 de la revista que entonces dirigía, Los Anales de Buenos Aires.

Finalmente, en julio de 1967, Bioy le entregó a Santiago diez páginas con el argumento, pero con una rotunda negativa: no participaría en la escritura del libreto definitivo. Aparentemente, Borges —que aquel año aparecía como principal candidato al Nobel de Literatura— era de la misma opinión. Hasta ahí llegaría el compromiso de ambos.

La fascinación borgeana por el cine

En su monumental Borges (publicado en 2006), Bioy relata el encuentro: “Comen en casa Borges y Hugo Santiago Muchnik. A Muchnik le digo: ‘Tengo para usted una buena y una mala noticia. La buena es que hemos concluido el resumen del film y que se lo regalamos para que haga lo que quiera. La mala es que no haremos el libreto…’” Parecía una decisión terminante.

Sin embargo, habrá podido más la fascinación de Borges por el mundo del cine, solo interrumpida por la ceguera, ya que el cuentista y poeta terminó involucrándose directamente en la confección del guion, junto al director. Incluso, escribió la célebre “Milonga de Manuel Flores”, musicalizada por Aníbal Troilo, y presenció la filmación de varias escenas.

El filme extraño e inquietante que fracasó

Tras varios meses de filmación con estrellas del momento como Lautaro Murúa y Olga Zubarry, el resultado es una cinta estéticamente inquietante, con esos densos claroscuros; con esa Aquilea tan parecida a la Buenos Aires bajo la dictadura de Onganía, o a la de 1957, cuando transcurre la acción, a dos años del golpe del 55.

Dijo su director: “Sus calles hechas de otras calles, su río turbio e infinito, sus plazas abismales, sus ilimitados atardeceres, su orbe de ruidos —pasos y portales y pájaros y estallidos que la amenazarían como enemigos”.

El estreno en el colmado Hindú, ubicado en Lavalle al 800, calle entonces repleta de cines y teatros que lucían sus fulgurantes luminarias y rutilantes neones, fue presenciado por cientos de espectadores, sus hacedores y protagonistas.

A pesar de todos los nombres rutilantes, de la música de Pichuco y de ser presentada como “la película de Borges y Bioy Casares”, fue un fiasco; duró en cartel lo que un suspiro. En el ya citado Borges, Bioy recuerda: “El film no llega a los espectadores; éstos ríen en los momentos trágicos y largamente se aburren. Nos vamos con precipitación, pero la gente (alguna famosa por la impertinencia agresiva) me detiene para felicitarme… ‘El bodrio del año’, afirma tristemente un desconocido”.

Para Borges, sin embargo, la película tiene su particular épica. En el libro Siete conversaciones con Borges, de Fernando Sorrentino, el autor de El Aleph evalúa que “se trata de un film fantástico y de un tipo de fantasía que puede calificarse de nueva”.

Y asegura: “Yo he querido que el film sea finalmente épico; es decir, lo que los hombres hacen es épico, pero ellos no son héroes. Y creo que en esto consiste la épica”, explicando que “aquí tenemos a un grupo de hombres, no todos jóvenes, bastante banales algunos, y esta gente está a la altura de esa misión que han elegido”.

La censura y el culto

En 1978, plena dictadura de Videla y compañía, también fueron desaparecidas ocho bobinas del negativo original, del laboratorio Alex. Dos décadas más tarde pudo ser reconstruido en Francia, creando un nuevo negativo a partir de copias existentes. Para Hugo Santiago se trató de un hecho simbólico perpetrado por los invasores que ocupaban entonces el poder político en la Argentina.

A décadas del estreno y del rotundo fracaso comercial, Invasión es considerada hoy una película de culto, con su trama en la que unos pocos hombres vulgares, hasta banales, diría Borges, defienden su ciudad (Aquilea o Buenos Aires, da igual) mientras los invasores planean el ataque final.

Una historia oscura pero heroica donde se cruzan géneros como el policial negro, el fantástico, tan reconocible en Borges, y un tipo nuevo y revulsivo de ciencia ficción.

A pesar de los contratiempos comerciales de la cinta, el realizador volvería a pedir la colaboración de Borges y Bioy para el libreto de Los otros, filme francés presentado en el Festival de Cannes de 1974, donde fue nominado a la Palma de Oro como mejor película. 

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