El 17 de agosto de hace 80 años, el sello londinense Secker & Warburg comenzaba a distribuir a todas las librerías del Reino Unido una novela bastante breve, de apenas 90 páginas, que haría historia: Animal Farm: A Fairy Story, de un periodista y escritor todavía no tan popular como llegará a serlo con el transcurrir del tiempo y de nuevas obras.

Recién dos semanas más tarde, la Segunda Guerra Mundial llegaría formalmente a su fin; pero la conferencia de Potsdam, concretada en julio de aquel año, ya había configurado el mundo tras la finalización del brutal conflicto que tenía al primer ministro Winston Churchill, al presidente Harry Truman y a José Stalin como líderes victoriosos indiscutibles.
George Orwell, que conocía de primera mano las andanzas del burocratizado Partido Comunista de la Unión Soviética en el terreno concreto de la Guerra Civil Española, escribió el libro en plena guerra para poner en primer plano —a su modo— los posibles futuros que se avecinaban sobre la base de lo ocurrido tras la victoriosa revolución rusa de 1917 y su posterior degeneración estalinista.
Por medio de un cuento de hadas, como advierte el subtítulo que los editores estadounidenses eliminaron en 1946, omisión que perdura hasta nuestros días; quizá por una razón innegable: Rebelión en la granja es tan realista como cualquier sátira, pero infinitamente más cruel, más histórica y humanamente dolorosa.
En su ensayo autobiográfico Por qué escribo, publicado al año siguiente por la revista Gangrel, advierte Orwell: “Rebelión en la granja fue el primer libro en el que intenté, con plena conciencia de lo que estaba haciendo, fusionar el propósito político y el propósito artístico en un todo”. Y lo seguiría haciendo desde entonces; o al menos intentándolo.




Allí están todos los protagonistas de la tragedia: desde Viejo Mayor, que inspira la rebelión en los animales oprimidos (combinación alegórica de Carlos Marx y Vladimir Lenin), hasta el intrigante y conspirador Napoleón, otro jabalí que se sale con la suya para traicionar la revolución (Stalin); pasando por Snowball, jefe original de la granja tras el derrocamiento del Sr. Jones, su propietario, destronado luego por Napoleón (como Stalin hizo con León Trotsky y sus partidarios a través de las sangrientas y famosas purgas).
Personajes por medio de los cuales Orwell habla tanto de Europa como del mundo de entonces, pero con especial énfasis en analizar críticamente la URSS de Stalin, donde se había cristalizado un burocratismo criminal que, con el correr de los años, haría colapsar la propia Unión Soviética y toda o casi toda esperanza en una revolución verdaderamente socialista.
El autor de 1984 lo anticipó.