Silvina Ocampo

SILVINA OCAMPO: ni hermana ni esposa

“La hermana de Victoria” o “la esposa de Bioy Casares…” Durante muchos años, su nombre y su obra fueron opacados por dos gigantes de literatura argentina vinculados íntimamente a ella: su hermana mayor y su esposo. Pero tras su muerte, ocurrida en 1993, y sobre todo con el tercer milenio, es paulatinamente “redescubierta” por crítica y público lector. Incluso la industria editorial le rinde su merecido homenaje: desde 2023, el sello Lumen emprende la publicación de su obra completa.

Silvina Ocampo: una biografía

Silvina Ocampo nace en Buenos Aires el 28 de julio de 1903, en el seno de una familia patricia, ligada a la actividad agropecuaria, de la que entonces surgía la burguesía argentina. La menor de las seis hijas del matrimonio conformado por Manuel Silvio Cecilio Ocampo y Ramona Aguirre Herrera transcurre su idílica infancia entre institutrices y profesores con los que aprende a hablar y a escribir en francés e inglés, incluso antes que en castellano.

Sus primeros intereses artísticos se vinculan a la plástica y en Europa estudia dibujo y pintura con maestros como Giorgio De Chirico y con Fernand Léger. De hecho, en su juventud realiza numerosas exposiciones de sus obras, tanto grupales como individuales, con las que obtiene un modesto reconocimiento de la intelectualidad porteña.

Sur, Adolfo y Georgie

Pero pasa algún tiempo y sus aficiones decantan hacia la literatura, que siempre ha cultivado más o menos secretamente. Para ello, dos hechos son decisivos… El primero, la aparición en 1931 de la revista Sur, fundada por la mayor de las hermanas Ocampo, Victoria, que con los años se convertirá en faro de la cultura argentina.

El segundo: su noviazgo y matrimonio, en 1940, con Adolfo Bioy Casares, quien ese mismo año da a imprenta su novela más emblemática: ‘La invención de Morel’. Y uno tercero, colateral: su amistad con Jorge Luis Borges, a partir del encuentro de ambos en la redacción de Sur.

Es en esa redacción de ilustres donde comienza esa amistad —con sus altas y sus bajas— y, también, nace el amor entre ella y Bioy, así como el fructífero vínculo entre quien será su esposo y el autor de ‘Ficciones’. Son la aristocracia, la burguesía y la pequeña burguesía intelectual que confraternizan en el ámbito propicio para mostrar al mundo todo su potencial. Silvina, entonces, vive y escribe a la sombra de esos gigantes de la cultura argentina, pero, como debía ocurrir tarde o temprano, la calidad de su obra la hace brillar con luz propia.

Silvina Ocampo: narradora

En 1937, Sur publica su primer libro: ‘Viaje olvidado’, que recopila narraciones apenas bosquejadas, escritas en el periodo inmediatamente anterior. Son 28 relatos breves, de carácter más o menos autobiográfico, en los que asoman los tópicos que definirán su narrativa ulterior: personajes poco convencionales y lenguaje coloquial y al mismo tiempo lírico.

La crítica, siempre atenta a los nuevos talentos —dicho irónicamente—, no es muy benévola con la escritora debutante y “la hermana menor de Victoria” no es inmune a ella. De hecho, no volverá a publicar narrativa sino hasta una década más tarde.

Pero se mantiene ocupada: colabora con Borges y Bioy en la preparación para el sello Sudamericana de la ‘Antología de la literatura fantástica’, aparecida en 1940, y de la ‘Antología poética argentina’, de 1941. El primero de esos volúmenes incluye un cuento de Silvina: “La expiación”, y otro de Borges, que hará historia: “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, con el cual crea un “nuevo género literario”, afirma Bioy en el prólogo.

Y en el segundo aparecen autores como Leopoldo Lugones, Alfonsina Storni, Norah Lange, González Tuñón, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal, Almafuerte, Petit de Murat y Wilcock, además de la propia Silvina.

Silvina Ocampo: poeta

La poesía, como se ve, también forma parte de sus intereses, y en 1942 da a imprenta ‘Enumeración de la patria’, editado bajo el sello que dirige su hermana. Y en 1945 aparece ‘Espacios métricos’, su segundo poemario y el último que publica en Sur.

La década de 1940 es tal vez la más prolífica de Silvina, ya que además publica ‘Sonetos del jardín’, ilustrado por Héctor Basaldúa (ediciones A.J. Álvarez, 1948), y ‘Poemas de amor desesperado’ (Sudamericana, 1949).

Silvina Ocampo: novelista

Promediando esa década también aparece, bajo el sello Emecé, una novela de género, muy popular entonces, al clásico estilo Agatha Christie: ‘Los que aman, odian’, escrita a cuatro manos entre Silvina y su esposo.

Una persona ha muerto envenenada y otra ha desaparecido misteriosamente en un solitario hotel de playa que durante cuatro días y sus noches es azotado por una feroz tormenta de viento y arena. Sus huéspedes quedan confinados y envueltos en una compleja trama de venganzas, amores no correspondidos y reacciones exasperadas por el forzoso encierro.

El clima asfixiante no hace más que exacerbar lo mejor y, sobre todo, lo peor de cada uno ellos: las relaciones se tensan al máximo porque, como ocurre en este tipo de historias, todos son sospechosos…

Libros para leer

No mucho después, en 1948, publica su libro de cuentos más personal y celebrado: ‘Autobiografía de Irene’, con relatos que exhiben la madurez literaria alcanzada por su autora.

Bioy ya ha publicado ‘Plan de evasión’ y ‘La trama celeste’, y Borges se encamina a la gloria desde ‘Ficciones’ mientras prepara ‘El Aleph’. En 1946 ha aparecido “Casa tomada”, cuento de Julio Cortázar que Borges decide publicar en la revista que dirige: Los Anales de Buenos Aires.

Lo inverosímil y lo anormal forman parte de la cotidianeidad de los personajes que protagonizan los cuentos de ‘Autobiografía de Irene’, de subyacente influencia borgeana. Lo oscuro, el doble, la crueldad, lo real y lo onírico, lo fantástico, lo irónico y lo surrealista se mezclan en las cinco historias más o menos extensas que componen el volumen editado por Sur. A través de un depurado estilo, diáfano y preciso, Silvina alcanza con este libro una voz propia con que la se identificará en adelante.

Su poesía, al igual que su narrativa, explora la infancia, la muerte, los sueños y la percepción, como en ‘Los nombres’, de 1953, su primer Premio Nacional de Poesía. Versos donde la realidad vuelve a desdibujarse, con lo invisible y lo oscuro como temas esenciales, no exentos de cierto humor e ironía.

En 1954 nace en Francia Marta, hija extramatrimonial de Bioy, a quien Silvina adopta y cría como propia.

Narradora y poeta

Junto a Juan Rodolfo Wilcock escribe ‘Los traidores’, pieza teatral en verso publicada en 1956. Le siguen dos colecciones de cuentos: ‘La furia’ (Sur, 1969) y ‘Las invitadas’ (Losada, 1961), y el poemario ‘Lo amargo por dulce’ (Emecé, 1962), con el que obtiene su segundo Premio Nacional de Poesía.

Sin embargo, sigue sin recibir el mismo reconocimiento que otros escritores argentinos de su tiempo: se la compara con Borges o Bioy y su obra es menospreciada por sus pares y por la crítica.

La década de 1970 comienza con la publicación de la colección de cuentos ‘Los días de la noche’ (Sudamericana), que compila veintinueve relatos breves, uno narrado en verso libre. Le siguen varios volúmenes de poesía: ‘Amarillo celeste’ (1972), ‘Cinco poemas’ (1973), ‘Árboles de Buenos Aires’ y ‘Canto escolar’, ambos de 1979.

En ese mismo decenio publica también varios libros infantiles, como ‘El caballo alado’, ‘El cofre volante’, ‘El tobogán y ‘La naranja maravillosa’. En vida, su obra poética concluye con ‘Breve santoral’, pequeño volumen que ilustra Norah Borges y en 1985 publica Ediciones de Arte Gaglianone.

Esos últimos años de Silvina están marcados por el aislamiento, a raíz del Alzheimer que padece; enfermedad que la apuran a concluir libros que editan sellos internacionales.

Como Alfaguara, que en 1986 edita en España la novela ‘La torre sin fin’. Le siguen las colecciones de cuentos ‘Y así sucesivamente’, en 1987, y ‘Cornelia frente al espejo’, en 1988, ambas publicadas por Tusquets. Y en 1991 aparece en México ‘Las reglas del secreto’, antología que edita el Fondo de Cultura Económica.

El fin…

Silvina Ocampo fallece el 14 de diciembre de 1993, a los 90 años. Sus restos descansan en el panteón familiar en el Cementerio de la Recoleta; a metros del lujoso edificio de departamentos donde vivía.

Ha sobrevivido a Borges, a su omnipresente hermana mayor y a un matrimonio con Bioy Casares que duró lo que su vida, a pesar de que en muchos aspectos fue disfuncional, por momentos doloroso. No tuvieron hijos naturales y él le fue abiertamente infiel, incluso con mujeres de su círculo social; también con reconocidos personajes del mundo de la literatura, como Elena Garro.

El redescubrimiento de Silvina Ocampo

Póstumamente y con el nuevo milenio aparecen varios volúmenes que recogen textos inéditos, que inician un lento pero firme proceso de revalorización literaria de la figura de Silvina Ocampo. Se conocen libros como ‘Invenciones del recuerdo’ (autobiografía en verso libre, 2006), ‘Las repeticiones’ (cuentos y novelas cortas, 2006), ‘Ejércitos de la oscuridad’ (textos varios, 2008) y ‘La promesa’ (novela, 2011).

En vida no recibió el merecido reconocimiento, pero desde su muerte ha ido en aumento el interés por su narrativa y su poesía, que siguen siendo traducidas a numerosos idiomas. Se trata de una de las voces más originales de la literatura fantástica en la Argentina e Hispanoamérica, caracterizada por la transformación de lo cotidiano en una experiencia aterradora y surrealista.

Su obra es fundamental, además, para comprender la evolución de la literatura, y sigue influyendo en nuevos escritores que exploran los miedos humanos y los difusos límites entre la realidad y la ficción.

Recomendación para ahondar en su vida y su obra: ‘La hermana menor: un retrato de Silvina Ocampo’, de Mariana Enríquez, publicado por Anagrama.

Y para terminar, reproducimos el breve artículo de Borges titulado “La prosa de Silvina Ocampo”, aparecido en el suplemento Artes y Letras del diario chileno El Mercurio, en su edición del 6 de julio de 1986.

LA PROSA DE SILVINA OCAMPO

Por Jorge Luis Borges

Como el Dios del primer versículo de la Biblia, cada escritor crea un mundo. Esa creación, a diferencia de la divina, no es ex nihilo; surge de la memoria, del olvido que es parte de la memoria, de la literatura anterior, de los hábitos de un lenguaje y, esencialmente, de la imaginación y de la pasión. Kafka es creador de un orbe eleático de infinitas postergaciones; James Joyce, de un orbe de hechos ínfimos y de líneas espléndidas; Silvina Ocampo nos propone una realidad en la que conviven lo quimérico y lo casero, la crueldad minuciosa de los niños y la recatada ternura, la hamaca paraguaya de una quinta y la mitología. Ayudado por la miopía gradual y ahora por la ceguera, vivo entre tentativas de soñar y de razonar; la mente de Silvina recorre con delicado rigor los cinco jardines del Adone, consagrado cada uno a un sentido. Le importan los colores, los matices, las formas, lo convexo, lo cóncavo, los metales, lo áspero, lo pulido, lo opaco, lo traslúcido, las piedras, las plantas, los animales, el sabor peculiar de cada hora y de cada estación, la música, la no menos misteriosa poesía y el peso de las almas, de que habla Hugo.

De las palabras que podrían definirla, la más precisa, creo, es genial. Se ha dicho que el talento es una fuerza que el hombre puede dirigir; el espíritu sopla donde quiere (Juan, 3,9) y puede salvar o perder. De ahí las habituales inconstancias de la obra de genio. Hugo escribió que Shakespeare estaba sujeto a ausencias en el infinito.

La prosa de Silvina Ocampo no es menos inspirada que sus versos. Su cuento Autobiografía de Irene es una prueba. Esencial o superficialmente, el tema es un precioso don que luego se revela como terrible. En el Vathek, de William Beckford, le prometen a un rey un infinito y resplandeciente palacio, poblado de esplendores y multitudes; ese palacio es el Infierno. En la Autobiografía de Irene, el ominoso don es de orden profético. No lo creo imposible; es raro que yo pueda saber lo que pasó en Ur de los caldeos, hace ya tantos siglos, y no lo que pasará en esta casa dentro de unos minutos, digamos un llamado de teléfono. Tal vez a la memoria del pasado quepa sumar la del futuro, que ya tiene su nombre en todas las lenguas: presentimiento, foreboding.

No ensayaré un resumen de las páginas de ese admirable relato. La historia sólo puede ser contada con todas las palabras y todas las circunstancias del texto.

Mayo 1986.

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