Haruki Murakami

RETRATOS DE JAZZ: Benny Goodman según Haruki Murakami

La pasión de Haruki Murakami por el jazz es legendaria: a los 15 años, en 1964, tuvo su primer encuentro con el género que, según él mismo confesó, le enseñó a escribir. Y diez años después abrió Peter Cat, un bar de jazz en Tokio que funcionó hasta 1981. Tiene una colección de más de 10.000 vinilos y, como cualquiera que lo haya leído sabe, las páginas de sus obras están colmadas de referencias musicales.

Por eso a nadie puede extrañar que el famoso escritor japonés haya escrito este nuevo libro con ilustraciones de Makoto Wada: Retratos de jazz, que el sello Tusquets acaba de lanzar en castellano para Hispanoamérica y España.

Son anécdotas y pormenores de las canciones que Murakami suele escuchar, en un tono confidencial, cálido y entusiasta: un total de 55 retratos de músicos de jazz, acompañados de una ilustración y un comentario sobre un álbum de cada músico.

Gracias a Murakami, cada texto se convierte en una pequeña y deliciosa historia, en un fragmento de memoria autobiográfica, en consejos a la hora de escuchar a un intérprete, o en frescas pinceladas para describir a un artista o una época.

El proyecto que dio forma a mi libro de retratos de jazz partió en primera instancia de Makoto Wada. Entre una enorme variedad de músicos de jazz, él eligió a los que iba a retratar y yo me adherí con posterioridad para ilustrar con palabras cada una de las figuras seleccionadas.

HARUKI MURAKAMI

Así, desde el mítico Chet Baker, hasta Ella Fitzgerald, por el libro desfilan grandes figuras como Billie Holiday, Duke Ellington, Bill Evans, Art Pepper o Benny Goodman, cuyo texto e ilustración reproducimos a continuación por cortesía de los editores.

BENNY GOODMAN

Traducido del japonés por Juan Francisco González Sánchez

Desde la perspectiva actual, Benny Goodman, rey del swing, arrastra cierta imagen de hombre conservador y astuto para los negocios, que no hace justicia a lo que en realidad fue: un pionero en la integración de blancos y negros en una misma banda musical, en una época de segregación racial en que aquello era visto básicamente como una temeridad. Llamó para que formaran parte de su banda a músicos como el vibrafonista Lionel Hampton, el pianista Teddy Wilson y el guitarrista Charlie Christian, desafiando así las convenciones de su tiempo. Si el músico tenía algo interesante que ofrecer, un buen sonido y el swing adecuado, ¿qué más daba su origen? ¡Habría contratado incluso a una sirena si se hubiera dado el caso!

Al reclutar a músicos excepcionales, sin prestar atención al color de su piel, podía dar nuevos aires al sonido de su banda y mantenerla siempre en la primera línea. Esa era su prioridad. Durante su última etapa profesional, su capacidad de liderazgo se resintió cuando llamó a auténticos modernistas como Zoot Sims y Phil Woods para unirse a la banda. Se armó entonces cierto revuelo, como recuerda el contrabajista Bill Crow en su libro Jazz Anecdotes. Sin embargo, incluso las grabaciones que nos dejó aquella ecléctica y extravagante formación tienen su encanto, en mi opinión, y, en ese sentido, no habría por qué pensar que no respondieran a criterios marcados por el propio Goodman.

Dicho esto, cuando recordamos a Benny Goodman no nos vienen a la mente esas grabaciones, sino su trabajo de la segunda mitad de los años treinta y los años cuarenta del siglo XX. Sus discos de esa época dorada son una auténtica maravilla, con aquellos arreglos del jovencísimo y genial Eddie Sauter (que entonces debía de contar con apenas veinticinco años) que solo Goodman supo interpretar de un modo tan único y novedoso, con un encanto fresco y juvenil todavía lejos de la línea que seguiría más tarde y por la que llegaría a ser conocido como el rey del swing. En aquellas sesiones, la dulzura rítmica de Goodman en la interpretación se funde a las mil maravillas con el enfoque algo severo e intelectual de Sauter en los arreglos, ofreciendo un resultado de altísima calidad y de lo más entretenido para el oyente.

Benny Goodman según el ilustrador Makoto Wada.

Me pregunto si al propio Goodman le estimularon los voluntariosos arreglos de Sauter. Por ejemplo, su solo de clarinete en «Moonlight on the Ganges» tiene una densidad y un colorido muy modernos, difíciles de tachar de mero entretenimiento dulzón. Goodman aún era joven y quería experimentar. Por supuesto, no puede desestimarse la calidad de su célebre directo en el Carnegie Hall, pero incluso este tiene momentos de cierto tedio, lo cual me lleva a recomendar que se escuche, ante todo, Benny Goodman Presents Eddie Sauter Arrangements.

Lamentablemente, Benny Goodman Presents Eddie Sauter Arrangements no fue muy bien recibido por el público (quizás por buenos motivos), pero es un lujo escuchar a Goodman interpretando esos arreglos del genial Sauter, que años más tarde se uniría a Stan Getz para dar forma a esa obra maestra de extremada belleza llamada «Focus».

Benny Goodman (1909-1986)

Nace en Chicago. De origen judío, a los diez años se familiariza con el clarinete y desde muy joven empieza a tocar con otros músicos, gracias a lo cual mejora su técnica. En la década de 1930 forma su propia big band y se convierte en una de las figuras centrales de la época dorada del swing. Y, de hecho, se le conoce como el rey del swing. En 1938 da con notable éxito su primer concierto de jazz en una gran sala de música clásica: el Carnegie Hall. Además de su calidad como músico, fue pionero en la formación de orquestas interraciales.

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