El 3 de junio de 1924 fallecía Franz Kafka en Kierling (hoy Klosterneuburg), localidad austríaca ubicada junto al Danubio y cerca de Viena. En la Navidad del año anterior le habían diagnosticado pulmonía; fue ingresado a un sanatorio donde sufrió un ataque de tuberculosis de laringe y finalmente trasladado a otro de Kierling, donde murió.

Enfermo y postrado, tanto en Praga como en Austria, durante sus últimos meses de vida tuvo la fuerza para seguir corrigiendo o reescribiendo “Un artista del hambre”, publicado en una revista literaria en 1922. Ese mismo 1924, el relato iba a ser incluido en la antología de igual título, junto a otros tres de sus cuentos: “Primer sufrimiento (o Un artista del trapecio)”, “Una mujercita” y “Josefina la cantora” (o El pueblo de los ratones)”.
Para entonces, había dado a conocer un puñado de relatos breves incluidos en revistas literarias en idioma alemán, como el primero que publicó: “La condena. Una historia para Felice B.”, en la revista Arkadia de 1913.
También, por cierto, uno de sus relatos más famosos: La transformación, historia de Gregorio Samsa en un volumen de 70 páginas impresas, la más larga que el escritor nacido en Praga el 3 de julio de 1883 terminó y publicó en vida. Un título hoy conocido en castellano y otros idiomas como La metamorfosis, aparecido en 1915, que tendrá un largo recorrido y una larga polémica que incluyó a Jorge Luis Borges, quien nunca aceptó la fallida traducción.
¿Transformación o metamorfosis…?
Más allá de los equívocos sobre las primeras traducciones de Kafka atribuidas al escritor argentino, el título del relato kafkiano más famoso sigue generando controversia. “Yo conozco algo de alemán, sé que la obra se titula Die Verwandlung y no Die Metamorphose, y sé que hubiera debido traducirse como La transformación”, dijo Borges. Y aclaraba a Fernando Sorrentino para el libro Siete conversaciones con Jorge Luis Borges (de 1974): “Pero, como el traductor francés prefirió La métamorphose, aquí servilmente
hicimos lo mismo”.
Hoy, muchos años después, se acepta la queja del argentino: son varias las ediciones del libro que prefieren La transformación a la más popular La metamorfosis, persistiendo esta última en ciertos casos a fines meramente comerciales.
La obra de Kafka
Además de La transformación, en vida Kafka vio publicadas varias de sus obras, como las colecciones Contemplación (en 1912), La condena (1913), Un médico rural (1919) y Un artista del hambre (1924).
Tras su muerte se conocieron El proceso (1925), escrito entre 1914 y 1915; El castillo (1926), y El desaparecido (1927) —durante años conocida como América—. También cuentos y fragmentos que siguen saliendo a la luz, al igual que aforismos y una abundante correspondencia que habla mucho sobre el autor y su obra.
Una obra que, para Borges —su primer prologuista en castellano—, representa a un creador de infinitos, de “situaciones intolerables”, de un “mundo de incertidumbres”.
Kafka según Borges

“Kafka, por otra parte, hubiera deseado escribir una obra venturosa y serena, no la uniforme serie de pesadillas que su sinceridad le dictó… Cuando el misterio no se explica, el lector atribuye esto a una debilidad del autor. Pero Kafka no explica ni necesita explicar: su misterio es el misterio del mundo o de la vida”, decía el argentino.
Y agregaba: “Kafka inventó un tipo totalmente nuevo de relato; pero, a diferencia de todos
los inventores y precursores, ha sabido manejar su invento con notable economía y lucidez, utilizando una cantidad mínima de elementos. Esta sencillez de sus composiciones es uno de sus mayores méritos”.
“A Kafka podemos leerlo y pensar que sus fábulas son tan antiguas como la historia, que esos sueños fueron soñados por hombres de otra época sin necesidad de vincularlos a Alemania o a Arabia”, señalaba.
Agregando que “Kafka ha sido uno de los grandes autores de toda la literatura. Para mí es el primero de este siglo… Kafka, ese soñador que no quiso que sus sueños fueran conocidos, ahora es parte de ese sueño universal que es la memoria…”
La traición de Max Brod

Afortunadamente, Max Brod hizo caso omiso al pedido explícito de Kafka: “Mi último ruego: quema sin leerlos absolutamente todos los manuscritos, cartas propias y ajenas, dibujos, etcétera, que se encuentren en mi legado”, le pide en una carta dirigida a su amigo a finales de 1921.
Y añade en otra de 1922 que “son válidos únicamente los libros La condena, El fogonero, La transformación, En la colonia penitenciaria y Un médico rural y el relato ‘Un artista del hambre’”, que no obstante “deberían perderse completamente” y no tener reediciones.
Gracias a la “traición” de Brod, en este Año Kafka, al cumplirse el centenario del fallecimiento del gran escritor, podemos disfrutar del gran despliegue editorial, incluso en lengua castellana, que merece el checo.
Año Kafka: más y más libros




Entre los muchos lanzamientos hechos o previstos para este 2024, destacamos los del sello Galaxia Gutenberg, que desde 1999 y bajo dirección de Jordi Llovet, lleva adelante las obras completas. En mayo publicó el segundo tomo de sus Cartas, que abarca el periodo 1914-1920, quedando pendiente la tercera entrega de la correspondencia entre los años 1921 y 1924. El mismo sello editó este año Los dibujos, que se publica por primera vez completo en castellano y reúne las ilustraciones que el autor realizó profusamente.
Acantilado lanzó en febrero pasado Tú eres la tarea, obra que recoge los aforismos e ideas que el escritor elaboró en más de cien hojas de papel numeradas durante una estancia de ocho meses en el pueblo bohemio de Zürau.




En abril, también Páginas de Espuma se sumó a la conmemoración al publicar los Cuentos completos de Kafka, con una nueva traducción debida a Alberto Gordo y prólogo de Andrés Neuman.
Nórdica arrancó el Año Kafka lanzando una edición conmemorativa del relato Un artista del hambre, traducido por Isabel Hernández e ilustrado por Federico Delicado.
Y Alianza publicó en enero dos volúmenes dedicados a sus novelas (en la traducción de Miguel Sáenz) y los relatos y aforismos (traducidos por Carmen Gauger y Adan Kovaksics), en sendos estuches. También una selección de las narraciones cortas del checo, titulada Relatos cronológicos, ilustrada en clave simbólica por El Rubencio.